(Extracto de la tesis doctoral de Gonzalo Madrazo García de Lomana (2007): La evolución del paisaje forestal en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama)
La fecha de inicio de este capítulo coincide con el Plan para la repoblación forestal de España, redactado por XIMÉNEZ DE EMBÚN Y CEBALLOS en 1939, que significará un hito programático en la política forestal de los siguientes 45 años. La creación del Patrimonio Forestal del Estado (PFE) en 1935 y, más aún, su modificación en 1941 condensan igualmente los caracteres de la nueva etapa de profunda intervención del Estado en la forestación de los montes.
En 1986 culmina la cesión de competencias en materia forestal a las Comunidades Autónomas, que se había iniciado siete años atrás y significó una profunda reestructuración en las funciones del ICONA, que hasta entonces centralizaba la política reforestadora del Estado.
Por otra parte, desde principios de los años ochenta se asiste a una desaceleración sobresaliente en el ritmo de las repoblaciones, al tiempo que la opinión pública comenzaba a rebatir la idoneidad de algunos criterios y actuaciones de la administración forestal del Estado (SERRADA HIERRO, 1995). Por último, la entrada de España en la CEE en 1986 significó la asunción de programas de escala europea, que redundarían en diversos cambios de estrategia y planificación forestal, dando lugar en la década siguiente a un nuevo impulso repoblador, fundamentado en las ayudas a la forestación de tierras agrarias (MONTIEL MOLINA, 2002b).
Sorprende, en primer lugar, el retorno de buena parte de las fincas desamortizadas 100 años atrás al dominio público del Estado. Por su lado, la pérdida de intensidad del aprovechamiento de las leñas en los montes desde la década de 1960 permitió un sorprendente crecimiento de la mata de roble que cerró el monte en poco tiempo.
Por último, tanto el abandono selvícola de la mata de roble, como las repoblaciones con coníferas logradas a lo largo de estas décadas, trastornan radicalmente la estructura y composición de la cubierta vegetal de los antiguos términos comunes de Riaza y Sepúlveda.
Las disposiciones para reforestar la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama se inician en 1942. La intervención repobladora en Segovia se centró en tres zonas de la provincia: las vertientes de la Sierra del Quintanar hasta las laderas de Collado Hermoso, el entorno de Somosierra y las actuaciones dispersas en el piedemonte y la serrezuela. Las tres áreas a reforestar coincidían –groso modo– con los rasos que habían sido pastaderos de las Comunidades de Villa y Tierra y que pasaron a manos privadas a lo largo de la década de 1860 .
El territorio de los antiguos Comunes de Sepúlveda y Riaza fue afectado por los trabajos del PFE, concretamente por tres proyectos de repoblación, que además de agilizar el acceso a la propiedad cara a la reforestación, justificaban la restauración forestal y avanzaban los objetivos y presupuestos de la intervención.
El proyecto de repoblación de perímetros próximos a la Carretera Nacional nº 1 (Madrid-Irún), dentro de la provincia de Segovia destacaba el positivo efecto paisajístico de repoblar el entorno al eje de la carretera y da idea de unos curiosos prejuicios paisajísticos. El proyecto contemplaba la repoblación de un 37% del trazado segoviano de la vía, en diversas parcelas entre la Sierra de Guadarrama y la Serrezuela de Pradales. De hecho en algunos cuarteles cercanos a la carretera, para abonar su carácter ornamental, no se utilizó sólo una especie en la reforestación, sino que se alternaron pinos (laricio2 piñonero y silvestre) con cipreses, tuyas o Chamaecyparis lawsoniana. El uso de expresiones como “completar el panorama paisajístico de la carretera”, “dulcificar el paisaje” o “suavizar el duro paisaje de la meseta”. Se suma a esto el valor estratégico y propagandístico de la obra, porque “la visibilidad desde esta carretera, de tan intenso tráfico, como desde el f. c. Madrid-Burgos, de los trabajos logrados servirá para convencer a la opinión pública de que la obra de repoblación forestal en la provincia se encuentra atendida”.
Los proyectos de Ordenación del monte Los Comunes de Riaza y de Sepúlveda se aprobaron el mismo año (1955) con un mes de diferencia y fueron redactados por los ingenieros de montes Joaquín Ximénez de Embún y González-Arnao.
Los argumentos que manejaron las ordenaciones de Los Comunes de Riaza y de Sepúlveda se pueden agrupar en socio-económicos y científico-técnicos. Los primeros sirven para explicar un contexto desfavorable a la buena gestión y regeneración de la mata de roble; comenzando por una visión catastrófica y moralmente dañina de la propiedad comunal, se remiten al refrán “lo que es del común es de ningún” para ilustrar el aprovechamiento predatorio de los vecinos45. Los aprovechamientos económicos de las leñas y los pastos les parecían excesivos para la capacidad del monte, amén de inadmisibles por su descontrol y baratura. Al enumerar las servidumbres que afectan al monte (ferrocarril, carreteras, tendidos eléctricos) los ingenieros destacaban que las “verdaderamente dañosas son las vías pecuarias” (XIMÉNEZ DE EMBÚN y GONZÁLEZ-ARNAO, 1955b, 5), recordando el viejo axioma forestalista de que el diente del ganado es el peor enemigo del monte.
Los cambios en el mundo rural hacen que los planes de aprovechamiento y mejora proyectados para ambos montes carezcan de continuidad, de modo que la primera Revisión del proyecto de Ordenación del monte Los Comunes de Riaza, aprobada en 1967, recalcaba ya que la depreciación de la leña, por la generalización y baratura de otros combustibles, provocaba que el dinero obtenido no alcanzara las previsiones.
Si en el capítulo anterior (c1850-1939) decíamos que la desamortización fue el más rápido trasvase de tierras públicas a manos privadas, las adquisiciones de montes por el Patrimonio Forestal del Estado (aparte de los consorcios y convenios) pueden calificarse, en ciertas zonas de España, como uno de los trasvases de tierras privadas a manos del Estado más importantes que haya conocido nuestra historia contemporánea.
Las más de 10.500 ha adquiridas por el PFE / ICONA y las cerca de 19.000 ha consorciadas entre 1950 y 1983 en la provincia de Segovia ilustran la magnitud del cambio en la propiedad de los montes. En definitiva, si la compra de fincas forestales iniciada en la década de 1940 por el PFE tiene unas implicaciones territoriales y paisajísticas sobresalientes, las consecuencias de esta actividad patrimonial en espacios concretos serán aún más llamativas.
Sobre la fórmula de los consorcios que aúnan gestión pública y propiedad local, aunque resulta difícil probarlo, GROOME (1990, 88-72) considera “el sistema de consorcios impuestos en los montes públicos como una nueva desamortización, teniendo en cuenta que los principales beneficios de los mismos fueron a parar a las manos privadas de los intereses industriales. (…) las plantaciones forestales llevadas a cabo rompieron el equilibrio de las economías [rurales] y contribuyeron a la despoblación del campo”. Amén de que en “ciertas áreas, el sistema de consorcios funcionó con la velada amenaza de la expropiación en caso de incumplimiento”.
En los montes de los antiguos términos comunes de Riaza y Sepúlveda la importancia de los consorcios es sobresaliente, máxime tras la firma para la repoblación de Los Comunes de Sepúlveda. Obviamente, estos contratos para la repoblación de montes tuvieron un especial significado tras aprobarse el proyecto de repoblación obligatoria de las márgenes de la N-1 en 1962; pero antes ya de éste y otros perímetros de la década de 1960, la creación de una comarca forestal a cargo del Servicio Hidrológico Forestal en el entorno de Somosierra y Riaza, se había iniciado hacía ya una década.
Los Comunes de Sepúlveda, su consorcio fue abordado por el PFE para “llevar a cabo una sustitución de especies, como es el rebollo por pinos con mayor rendimiento económico”.
Si la repoblación forestal en Segovia no adquirió las proporciones de otras provincias, en el núcleo de Somosierra sí que tuvo y tiene una especial relevancia. Además, en contra de lo expuesto para el conjunto de la provincia, los antiguos términos comunes de Sepúlveda y Riaza fueron objeto de una intensa intervención patrimonial del PFE / ICONA, que llega a gestionar 8.367 ha.
De este modo, gran parte de lo que fueron Los Comunes de Sepúlveda y Riaza pasaron, por uno u otro camino, a formar parte de los montes intervenidos por el PFE / ICONA en las décadas de 1950, 1960 y 1970. En las vertientes de la Sierra sólo escaparon al control del Patrimonio Forestal La Sierra en Sigueruelo (112 ha) y La Cancha en Prádena (169 ha). Más de dos tercios de los antiguos términos comunes de Riaza y Sepúlveda pasaron al dominio de la administración para cumplir una función pública (básicamente protectora).
La gestión actual de la administración forestal mantiene buena parte de las premisas de hace 40 años, estableciendo un orden de prioridades entre los usos del siguiente tenor: producción de madera, producción de pasto, producción de caza, producción de leña, recreativo, científico, paisajístico, producción de miel, producción de hongos.
De un monte de leñas y pasto a otro de pastos, caza y… madera. Aunque desde 1990 el aprovechamiento de leñas ha conocido un ligero repunte, que se manifiesta en Los Comunes con el mantenimiento de las cortas vecinales, de las que se benefician los ochavos de Bercimuel y de la Sierra (concedidos en función de sus peticiones) y las que se adjudican a particulares, las producciones más importantes de estos montes han pasado a ser los pastos y la caza. Esta última, desde que comenzó a arrendarse a principios del siglo XX, no ha dejado de experimentar un incremento de los precios pagados por su aprovechamiento, principalmente desde la década de 1960, situándose en nuestros días como el segundo aprovechamiento del monte.
Por su parte, los pastos siempre fueron un producto clave del monte y a lo largo de las últimas décadas se han mantenido como el primer aprovechamiento en importancia pecuniaria (tal vez las maderas del primer turno de las repoblaciones lo desbanquen). No obstante, los cambios en el modelo ganadero recuerdan muy poco a la explotación tradicional de las hierbas del monte: apenas quedan ovejas que entren en Los Comunes, siendo vacunos los que aprovechan las praderas y pastos del monte.
Pero no sólo la mano del hombre, guiada por el potente aparato reforestador de la administración, ha alterado el paisaje serrano a base de intensas plantaciones de pino. Ha sido también, el abandono de usos tradicionales –menor presión ganadera, desvalorización de la leñas, abandono de las rozas, etc.– lo que ha provocado otra mutación del paisaje, más lenta y silenciosa, pero igual de espectacular. Antes, los usos tradicionales moldeaban la apariencia de los montes (abriéndolos, rozándolos, talándolos…), daban forma a cada árbol de las riberas, cercas y veredas (convirtiéndolos en candelabros, trasmochos, setos, cepedas) y frenaban el rebrote o germinación de matorrales y malas hierbas en rasos, prados, pastizales y vaguadas. Ahora, el abandono de esos aprovechamientos ha hecho notorias las dinámicas naturales de la vegetación, esas que hasta mediados de siglo se encontraban acogotadas por el secular aprovechamiento del bosque. Obviamente, la arborización y matorralización de los paisajes forestales no es algo particular de los montes de la comarca de Somosierra–Riaza, ni de la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama, sino que es un efecto de la crisis y despoblación rural extensible a casi toda la montaña ibérica.
En el caso de los antiguos comunes de Riaza y Sepúlveda, las repoblaciones cubrieron un 43 % de su superficie, que continúa creciendo ya que durante las dos últimas décadas se han seguido reforestando zonas de Los Comunes de Sepúlveda y Fresno de Cantespino.
Bibliografía
MADRAZO GARCÍA DE LOMANA, G. (2007): La evolución del paisaje forestal en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama. Tesis doctoral inédita. Universidad Autónoma de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Geografía, 614 págs. Versión digital
MADRAZO GARCÍA DE LOMANA, G. (2010): La evolución del paisaje forestal en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama. Junta de Castilla y León, Valladolid, 446 págs.
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