Rehabilitación de un colmenar en Valdevacas de Montejo, Segovia
La reciente rehabilitación de una vieja construcción apícola destapa la existencia de una amplia colección de estos edificios en la provincia de Segovia, hoy en día en estado de ruina.
Aunque la recolección de la miel de los paneles de abejas es una actividad antiquísima, documentada ya desde tiempos prehistóricos, apenas quedan construcciones ligadas a la explotación apícola. La reciente rehabilitación, gracias a un convenio entre la Junta de Castilla y León y La Caixa, de un viejo colmenar de Valdevacas de Montejo ha permitido descubrir un tipo de edificación, prácticamente desconocida hoy en día en Segovia, que había ido desapareciendo progresivamente de la provincia sin casi dejar huellas. Sin embargo, tras el “hallazgo” de Valdevacas están empezando a salir a la luz otros colmenares en Segovia, dejando entrever que hubo una amplia colección en épocas pretéritas...
En Valdevacas existe un paraje, a poco menos de un kilómetro del pueblo, denominado precisamente “los colmenares”, donde hasta hace medio siglo estaban en funcionamiento cerca de una decena de ellos. Todos se encuentran ahora el ruina.
Su diseño era idéntico. Se trata de construcciones robustas de piedra, de planta rectangular (en el norte de España se construían con formas circulares), divididas a su vez en dos partes también rectangulares, de forma que el lado más corto de una coincide con el más largo de la otra. El rectángulo más amplio es un patio abierto, sin techar, por donde entran y salen libremente las abejas. El rectángulo más pequeño, donde se sitúan las colmenas en sí, está cubierto, a una vertiente, y en él se colocan, a modo de muro medianero con el patio, los “cestos” o “corchos”, como si de vasos tumbados se tratara.
Las abejas, tras pasar por el patio, entraban a los “cestos” —elaborados de ramas de sabina o enebro— y allí producían la miel. Y los apicultores accedían al otro lado de los “cestos” por la única puerta del edificio y luego, quitando una tapadera, podían extraer sin peligro la miel de los panales.
“Esta miel era buenísima”, asegura Miguel Ángel Sanz Gutiérrez, propietario del colmenar rehabilitado en Valdevacas. Las plantas aromáticas de las Hoces del río Riaza —en especial, el tomillo, el espliego y la jedrea— daban un sabor especial a esa miel. Pero Valdevacas no era el único pueblo de la comarca con colmenares. Según Sanz Gutiérrez, también los hubo en Maderuelo, Villalvilla, Villaverde y Montejo. Sin embargo, en todos esos casos las contrucciones, a pesar de su notable interés etnográfico, han ido quedando en ruinas hasta permanecer únicamente en el recuerdo de las gentes de mayor edad.
A falta de estudios rigurosos sobre los colmenares en Segovia, sí hay constancia de que su área de distribución no se ceñía a los pueblos situados en el entorno de las Hoces del Riaza. En el despoblado de Villaveses, ubicado en Castrillo de Sepúlveda, también quedan restos de un colmenar, al parecer en uso hasta los años 70 del pasado siglo. Dicho colmenar presenta una tipología parecida al de Valdevacas, lo que hace pensar que el colmenar “tipo” segoviano debió estar muy extendido antaño.
En cualquier caso, no todos los colmenares de la provincia eran iguales. También existieron, y en abundancia, los insertados en fachadas de edificios —como en la iglesia de Pinillos de Polendos—. Pero unos y otros parecen condenados a la extinción, lo que no deja de ser la pérdida de un legado cultural de aquella vida basada en la simbiosis del hombre con la naturaleza, como tantos otros ejemplos que podemos encontrar como los Palomares o la matanza del cerdo.
Historia de los colmenares
En el noroeste de España (Galicia, Asturias y Castilla y León) subsisten algunas construcciones ligadas a la explotación apícola de notable interés etnográfico. Estas construcciones parecen haber sido concebidas con la finalidad principal de mantener las colmenas fuera del alcance de los animales salvajes, principalmente osos pardos
Los cortines -como se denominan en parte de su ámbito de distribución- son construcciones por lo general de planta circular, al menos los más antigüos, con elevados muros elaborados con piedra en seco, puertas de reducido tamaño y voladizo prominente. Estos apiarios albergan generalmente colmenas verticales elaboradas con troncos huecos de distintos árboles. Este tipo de colmenas parece vinculado a los pueblos del norte de Europa establecidos en áreas boscosas. La distribución geográfica de este tipo de colmenas y colmenares parece muy vinculada a la márgen norte y oeste del río Duero, de un modo similar a la de otras construcciones de la cultura celta.
Aunque se mantienen en pie un elevado número de colmenares, su situación es de abandono, por la implantación de nuevas técnicas apícolas, o de elevada degradación, existiendo escasas iniciativas públicas y privadas para su restauración y puesta en valor, no existiendo figuras legales específicas de protección y no aplicándose en otras ocasiones medidas genéricas para este patrimonio etnográfico no catalogado hasta la fecha.
Sistema productivo de un colmenar tradicional
La colmena tradicional era un simple tronco de árbol que ha sido ahuecado, generalmente con fuego. En el interior de las colmenas, hechas de tronco de roble o cerezo, suele haber puesto algún palo para facilitar que las abejas construyan su panal. Estos palos interiores pueden estar colocados en forma vertical (breones), pero también pueden colocarse horizontalmente (fustes). Para garantizar una producción lo más segura posible, esta colmena tradicional se coloca sobre una buena base y para defenderla de las inclemencias de la nieve o la lluvia se cubre con una gran corteza de árbol, especialmente de abedul, y una piedra o losa por encima. Es muy importante colocar esta colmena en un sitio propicio para que las abejas salgan con facilidad a la flor y para que reciban el sol.
Cuando la colmena está cargada, en verano, hay que proceder a la extracción, que en puede realizarse hasta dos veces en la misma colmena. Se acostumbra echar humo a los animales para que no ataquen y para ello se emplea un ahumador con trapos y para protegerse de las abejas se ha utilizado desde tiempos antiguos una red que cubre la cabeza (carantoña).
La abeja es muy sensible a ciertas epidemias y enfermedades por eso se usan ahora las medicinas preventivas y desinfectantes, pero hay otros enemigos que molestan a las abejas, como la polilla, los ratones y los osos, particularmente aficionados a acercarse a las colmenas y a robar y a comer la miel.
Por ese motivo a veces el colmenar, que está distante de la población, en el monte, es preciso protegerlo con una pared alta y circular, convirtiéndose así en un (cortín), construcción propia del occidente astur. El cortín permite que las abejas estén cerca de sitios abundantes en flor poco frecuentada y, al mismo tiempo, garantiza que ningún animal como el oso, pueda hacer pillaje.
Suele ponerse el cortín junto a alguna fuente en el monte, para que las abejas puedan tener cerca el agua. El cortín se construye siguiendo la pendiente de la montaña, buscando así que entre la mayor cantidad de sol posible, pues se considera que cuanto más solano es el sitio mejor y mayor será la producción de miel y en mejores condiciones estarán las abejas. la pared del cortín es circular para evitar las esquinas, que facilitarían el acceso del oso y en tiempos pasados los campesinos colocaban trampas cerca de la construcción para evitar que se acercara el oso y, de paso conseguir cazarlo.
El cortín es propiedad de una familia campesina, que se encarga de cuidarlo, vigilarlo y extraer la miel, pero se construyen en montes de uso común, lo cual a sido la causa de muchos pleitos entre los campesinos.
La miel, que se consume cruda, se utilizaba como comida de prestigio y también solía integrar la dieta propia de la mujer antes de parir. Entre los campesinos la miel se usa también como medicina preventiva, fundamentalmente para prevenir los catarros y las infecciones, bien tomando una cucharada de miel por las mañanas, bien mezclándolo con orégano o con leche muy caliente, en este caso por la noche para acostarse. Se usa también como sustancia cicatrizante y desinfectante para heridas o quemaduras en la piel o para algunos males en los ojos.
Pero las abejas producen también un bien preciado: la cera. Gracias a las abejas que posee la casa campesina, podía confeccionar útiles necesarios para la vida diaria como la vela. Las velas proporcionaban forma de iluminación muy apreciada en las casas de pueblo antes de la existencia de la luz artificial. "La cera se utilizó en la sociedad tradicional como valor de cambio; con ella se pagaban rentas, foros y censos, así como las cuotas de ingreso a determinadas cofradías y las multas que amenudo imponía la Iglesia a los feligreses por faltas contra la religión".
Los nuevos colmenares
En estos momentos en varios pueblos de España se está tratando de rehabilitar los antiguos colmenares con un triple objetivo:
- proteger las explotaciones tradicionales y frenar la entrada masiva de las colmenas trashumantes
- autoconsumo o producción de pequeñas explotaciones para los mercados locales
- se observa una tendencia progresiva a "ayudar" a las abejas, principal insecto polinizador, ante los graves problemas que está viviendo esta especie
Cada pueblo puede dictar unas ordenanzas municipales para regular la actividad apicultora, aunque tiene que respetar las siguientes normas: no podrán radicarse a menos de 400 metros de los núcleos de población; 100 metros de viviendas rurales o instalaciones pecuarias; 200 metros de carreteras nacionales, 50 de comarcales o 25 de caminos vecinales.
... la apicultura va a ser un tema especialmente interesante en los próximos años, tanto para muestro interés como hortelanos que necesitamos polinizar nuestro campos, como para iniciarse en el estudio de las posibilidades profesionales que puede presentar hacerse apicultor, y sobre todo para la defensa del medio ambiente.
ResponderEliminarhttp://felixmaocho.wordpress.com/2014/01/18/huerto-faamiliar-introduccion-a-la-apicultura/
Muy interesante Jorge, este es un oficio no muy conocido. Hay dos colmenares por la zona del pueblo, en la lastra-Giriego y en la encerradilla.
ResponderEliminarDesde hace años hay un apicultor transhumante que utiliza el prado del Espinar y a veces a utilizado la Encerradilla para colocar unas 30 colmenas. A parte, en la fuente de Miguel y en la Encerradilla hay colmenas naturales.
EliminarHornos apícolas
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