El palomar comunal
Los vecinos de Vellosillo recuperan la colombicultura, de larga tradición en el pueblo, para mejorar la biodiversidad y, a medio plazo, abastecerse de pichones
Por Guillermo Herrero - Vellosillo | 29/11/2015
El palomar construido por los vecinos de Vellosillo, situado en las inmediaciones de la carretera a Perorrubio.
Desde tiempo inmemorial, Vellosillo tenía fama de criar excelentes palomas. Hasta ocho palomares sumó el pueblo. Pero toda aquella historia acabó. El siglo XX transformó este pequeño núcleo, dependiente del Ayuntamiento de Sepúlveda. La sangría poblacional colocó a Vellosillo al borde de la desaparición. Y, a falta de vecinos, los centenarios palomares fueron languideciendo hasta quedar convertidos en ruinas...
Sin embargo, no hace muchos años, la asociación de vecinos de Vellosillo, con el ánimo de “reactivar” el pueblo, comenzó a buscar un proyecto, de tipo medioambiental, para insuflar vida al lugar. Y fue el ingeniero de montes Javier Gómez Garcimartín quien planteó la posibilidad de levantar un palomar y, al tiempo, recuperar las lagunas de Vellosillo, también desaparecidas. “Se trataba, en definitiva, de reconstruir la historia de Vellosillo”, resume uno de sus contados vecinos, Jorge Juan García.
El grupo de acción local Codinse financió, con dinero procedente de la Unión Europea, la iniciativa, y la gente de Vellosillo se puso manos a la obra. Con problemas, claro. Los más viejos ya ni se acordaban de cómo se construía un palomar, ni tampoco del manejo de las aves. Así que tocó aprender. “Una vez alzado el palomar —explica García— las palomas deben estar dentro, encerradas, un año, pues su tendencia natural es volver al sitio donde nacieron”. Hubo, pues, que alimentar a los animales durante ese periodo. Luego, se abrieron las ventanas. Y entonces, llegó el susto. El primer día, de las 60 parejas no regresaron 20. Eso sí, para las que sí volvieron, el palomar de Vellosillo era ya, definitivamente, su casa.
Ahora se está en fase de consolidación del palomar. El número de parejas actuales ronda las 75. “Durante tres ó cuatro años no conviene coger pichones”, advierte García. Pasado ese plazo ya se pueden realizar extracciones sin poner en peligro la viabilidad del palomar.
De momento, una vez al año se limpia el edificio de palomino (“el mejor fertilizante natural”, sostiene García) y se distribuye entre los hortelanos de Vellosillo. A medio plazo, la intención es repartir pichones entre las familias del pueblo y proporcionar el ingrediente principal a las alegres comidas comunales de verano. “El objetivo principal no es sacar una rentabilidad económica al palomar sino restaurar un símbolo de Vellosillo y, al tiempo, ayudar a mejorar su biodiversidad”, declara García.
En opinión de este vecino, desde la construcción del palomar, en 2013, Vellosillo ha mejorado medioambientalmente. Como ejemplo de este hecho cita el aumento de las aves rapaces, deseosas de cazar alguna paloma. “El palomar ha logrado reanimar el ecosistema”, asegura. Y otro tanto ha ocurrido con las recuperadas lagunas, a las que han vuelto las aves migratorias. Ahora, no resulta extraño en los meses de invierno contemplar en ellas patos. “Hemos dado un golpe de vida a Vellosillo”, afirma, ufano, García, quien subraya, a modo de conclusión, la relevancia de una construcción en apariencia sencilla, el palomar, para el medio ambiente del pueblo, pues “se ha conseguido tocar muchas teclas en beneficio de la biodiversidad”.
Y el palomar ahí sigue, afianzándose día a día. Llegará, a no mucho tardar, la hora en que “funcionará solo”. Las palomas buscarán agua y alimento, y los vecinos únicamente deberán mantener los 700 nidales del edificio. Y, de vez en cuando, podrán comer unos sabrosos pichones guisados.
Publicación original en El Adelantado
Enlaces en el blog:
Último censo de palomas (2020): 600
ResponderEliminar¡Todo un éxito! Enhorabuena
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