Ante la crisis del agua que estamos viviendo en la comunidad de Sepúlveda (llevamos ya 15 días sin agua potable), vemos con esperanza que el ayuntamiento trata de buscar soluciones. El problema es de mucho más calado que un suceso temporal debido al deshielo. Por un lado estamos viviendo el declive de las infraestructuras públicas, pero por otro lado, y mucho más grave por su dimensión, comenzamos a vivir en nuestras carnes los efectos del cambio climático, la contaminación y la escasez de recursos. Análisis como el que enlazamos prevén una escasez real de agua en España para 2030.
Desde hace años estamos investigando sobre los problemas provocados por los excesos de la sociedad industrial y tratamos de aportar soluciones, como esta idea que publicábamos en 2013 sobre como crear una gestión distribuida del agua.
Adjuntamos un texto sobre el problema sistémico de la crisis de agua, extracto de la entrada Evidencias de cambio climático en España
El constante incremento en las temperaturas, la dilatación del periodo estival y la reducción de las precipitaciones en verano no son percibidos como un problema por la mayoría de los turistas y nuevos habitantes de la costa española: pese a la demostración científica de que algo está ocurriendo, ellos pueden todavía continuar regando sus jardines y disfrutar de sus piscinas. Presumimos de nuestro clima y de ser una potencia turística. Lo somos y por la ley de oferta y demanda, hemos convertido nuestras costas (especialmente la mediterránea) en una urbanización. Ha sido un gran negocio que hizo aumentar el PIB y ha producido durante años titulares económicos espectaculares, incompletos y, quizá, insolentes, en parte también por la inestabilidad de los países del sur de la cuenca mediterránea. Pero, aunque no se publicite, este panorama puede cambiar en poco tiempo porque en España la funcionalidad del ciclo hidrológico, del que forma parte la dinámica climática, está seriamente amenazada, especialmente en el Sur y en el Mediterráneo. El sol inmutable y el calor apetecidos por los visitantes y nuevos pobladores de las costas españolas es el mismo que ha arrasado las montañas del norte de África y Oriente Medio en épocas anteriores.
Un proceso similar al acaecido en la costa mediterránea africana se produjo en las montañas de Almería y de Murcia debido a la deforestación acelerada para alimentar los complejos mineros en los siglos XVIII y XIX. En estas montañas el inicio del proceso de degradación climática es anterior al de los territorios situados más al norte y podría ser ya irreversible.
Los cambios más contundentes se producen en las latitudes meridionales de la Cuenca Occidental y se extienden paulatinamente hacia el norte mediante un proceso de retroalimentación sinérgico veloz y obstinado. Los avisos no se circunscriben al oriente español: el OAPN (Organismo Autónomo de Parques Nacionales) ha detectado pérdida de tormentas estivales en el Sistema Central que ponen en peligro la regeneración natural de los bosques de pino albar en Guadarrama y Somosierra, a las puertas de Madrid, cuya degradación afectará al abastecimiento de agua de la capital.
En gran parte de España son las montañas las que garantizan los servicios ecosistémicos de las concentraciones urbanas. Es preciso planificar con inteligencia en ellas a gran escala. Al mismo tiempo, es necesario optimizar el desarrollo urbano y frenar la insensatez. Las zonas rurales concentran tan solo el 20% de la población española; las áreas montañosas suelen ostentar el record de baja densidad de población, pero su salud ecológica es clave para la funcionalidad del ciclo hidrológico que garantiza los bienes y servicios del 80% urbano restante. Si no es así, los complejos urbanos y turísticos se quedarán sin recursos.
La ausencia de políticas de choque es inexplicable ante evidencias de todo tipo:
Las precipitaciones anuales han disminuido ligeramente a nivel nacional pero su tipología ha variado y su distribución temporal se ha distorsionado, volviéndose más irregulares e impredecibles. La característica sequía estival común a todos los climas mediterráneos se ha agudizado y las ciclogénesis mediterráneas (gotas frías) han variado sus patrones temporales y su violencia.
Han disminuido también los recursos nivales: los glaciares de los Pirineos aceleran su desaparición; el número de días que abren las estaciones de esquí por disponibilidad del recurso es muy inferior al de otras décadas.
Hechos menos evidentes para el gran público como son la evolución del grado de humedad de los suelos y la evapotranspiración del complejo suelo/vegetación brindan también datos preocupantes. Sobre la costa también se han detectado impactos: el incremento del nivel del mar, nivel medio del mar local, extremos de nivel del mar, cambios en oleajes, temperatura superficial del agua y acidificación de los océanos. La vegetación ya ha empezado a adaptarse y a desaparecer de algunas zonas. En los bosques ya hay movimientos altitudinales y desaparición de endemismos afectados por la disponibilidad de agua y la evolución de las temperaturas. Los incrementos de periodos sin precipitación y la sequedad del ambiente también afectan y afectarán a la magnitud e intensidad de los incendios forestales. La biodiversidad está en peligro: es posible observar en la actualidad cambios en la etología de las aves, los mamíferos, los insectos y los peces.
Respecto a las temperaturas, el año 2014 acaba de confirmarse como el más cálido de la historia. Aún no ha terminado 2015 y no podemos determinar su aportación a las tendencias estadísticas climáticas. La ola de calor que comenzó a finales de Junio de 2015 (la AEMET ha confirmado que ha registrado una única ola de calor y no varias) se ha prolongado durante más de un mes y duplica en duración a la de 2003, que golpeó durante 16 días.
Para regenerar en lo posible los ciclos naturales en el Mediterráneo son necesarias soluciones de raíz natural que trabajen en la gran escala territorial. En la UE se denomina “infraestructuras verdes” a este tipo de actuaciones de gran envergadura, decisivas para afrontar problemas de la dimensión del Cambio Climático y la destrucción de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos, que ponen en peligro la propia socioeconomía en el corto plazo. Han de ser soluciones sistémicas basadas en la comprensión y el respeto de los ciclos naturales. Han de ser económicamente viables.
En el país más desarrollado del mundo, en EEUU, también tienen el mismo problema. La silenciosa crisis del agua
ResponderEliminarCable interceptado y publicado por Wikileaks sobre la opinión de la multinacional Nestlé sobre la escasez de agua (2009)
ResponderEliminarLos árboles de nuestra zona ya están adaptándose a los cambios del clima
ResponderEliminarSupongo que el Ayuntamiento de Sepulveda no nos cobrará todo este tiempo por el consumo de los contadores
ResponderEliminargracias por el post... cuando el río no suena, agua no lleva
ResponderEliminarLlevamos años posteando información y análisis sobre el mismo tema. Esto ya es mainstream, al menos en donde vivimos. La gente no reacciona hasta que el problema lo sufre en sus carnes.
ResponderEliminarEl problema mas cercano es que se esta cayendo el tenderete por todos los sitios a la vez (la falta de mantenimiento e inversiones) y esto lo veo muy feo.
ResponderEliminarSabiendo que estamos en la fase I de la descomposición, tenemos que abrir debates, análisis, experimentos, investigaciónes,... sobre alternativas. Solo con creatividad e inteligencia colectiva podremos adaptarnos a lo que viene.
ResponderEliminarSi es que hablamos de dinero, que es lo que hace falta para poner nas infraestructuras al día. Vía impuestos no llega, dotación de gasto de Sepulveda, mejor creer en una aparición de la V de la Peña, el tema tendría que venir de presupuesto de la Diputación, pero temo que ya lo tiene adjudicado el plan trianual, feo, feo esta el tema
ResponderEliminarBueno, dinero si hay. Otra cosa es en que se gasta. La Junta dilapidó en un año 8 millones de euros
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