10 de marzo de 2015

Perdíz Roja (Alectoris rufa)



La perdiz roja (Alectoris rufa) es una especie que pertenece al orden de las gallináceas y a la familia de las faisánidas, autóctona de Europa sudoccidental. Se extiende por Francia, la península ibérica y el noroeste de Italia, además de Córcega y las Baleares. 

Es un ave principalmente terrestre y sedentaria, que forma bandadas fuera de la temporada de reproducción. Se reproduce en planicies abiertas y montes bajos de clima seco, como las tierras de agricultura de secano y áreas abiertas pedregosas donde anida en el suelo. En general se alimenta de semillas y demás materia vegetal, pero los jóvenes en particular gustan de los insectos como un suplemento proteico esencial. 

Existen diferencias morfológicas que las distinguen de otras subespecies de perdices, como en el color de la corona y el cuello, el número de listas transversales negras de las plumas de los flancos y el color de las plumas de los flancos. En el caso de la perdiz roja, la corona es gris en el pico y castaño en el resto. El cuello es blanco con una franja negra del collar sin colgar. En los flancos tiene una sola lista transversal y las plumas de sus flancos son con la base gris azulada y de un blanco muy intenso, puro negro o marrón oscuro.

La perdiz roja en estado adulto tiene una longitud aproximada entre 33 y 38 cm y una envergadura de 50 a 60 cm, con una cola que llega medir unos 12 cm aproximadamente. El plumaje y el color que lo caracteriza cambia según la edad y el sexo. Los pollos de perdiz de una semana no vuelan, no tienen cola y el plumón es blanco en la parte superior del pico y dorado en su parte ventral. A las dos semanas comienza a realizar pequeños vuelos y el color del plumón en la parte superior del pico se cambia a un color negro mientras que en la parte ventral el plumón se vuelve blanco. Al mes de vida los vuelos son más largos y el plumaje del dorso toma un color crema con moteados en la parte ventral a la vez que surge un ribete negro por encima del pico.

El inicio del proceso reproductivo de la perdiz roja comienza en los meses de enero y febrero, cuando en las ban­dadas de esta especie los machos polígamos comienzan a cortejar a las hembras. En esta época del año se producen numerosos y violentos combates entre los machos, que buscan la posesión de las hembras. El apareamiento comienza en los meses de marzo o abril. Una vez que la primera hembra ha sido fecundada, el macho se aleja de ella en busca de nuevas compañeras y las hembras comienzan la búsqueda de un refugio en el suelo, normalmente depresiones ocultas, setos, surcos de los sembrados, raíces de árboles, matorrales, etc., donde depositarán sus huevos.

La época de cría se desarrolla desde finales de abril a mayo. El macho habrá preparado varios nidos en depresiones someras con poco tapizado de la vegetación próxima. La hembra elige uno, anida en el suelo y pone entre 9 y 18 huevos subelípticos, lisos y brillantes, de color blanco amarillento y a menudo dipersamente manchados. Pone los huevos a intervalos aproximados de 36 horas y los incuba en veintitrés días y medio. La hembra puede hacer dos puestas en nidos diferentes, en cuyo caso una puesta es incubada por la hembra y la otra por el macho. Los polluelos que eclosionan con un peso aproximado de veinte gramos, son nidífugos y consecuentemente abandonan el nido con rapidez, aunque los perdigones permanece unidos hasta el siguiente periodo de cría. Los perdigones no tardan demasiado en iniciarse en la práctica de correr y volar, encontrándose en condiciones de llevar a cabo estas actividades con perfec­ción en un período inferior a un mes. A diferencia de los ejemplares adultos, los polluelos de la perdiz roja se alimentan principalmente de larvas de in­sectos, pequeños moluscos de agua dulce, gusani­llos terrestres y pequeños granos, que pueden triturar con su pico. A medida que crecen y se desarrollan, las perdices rojas pasan a ser cada vez más granívoras.

La perdiz roja vive en bandos familiares que denotan un buen estado general de la población cuando el número de individuos oscila entre 16 y 25 ejemplares. Ocupan un territorio pequeño, por término medio de unos 500 metros cuadrados, en gran parte debido a su carácter sedentario y la disminución de riesgos que supone no realizara grandes desplazamientos para alimentarse. Durante el periodo invernal la perdiz emite su canto peculiar por la mañana y a la puesta de sol y sobre todo cuando la bandada se ha dispersado y también para atraer al macho. Su reclamo es trisilábico (ka-chu-chu). Al espantarse la bandada, todos los individuos salen corriendo en la misma dirección. Duermen generalmente en lugares abiertos que facilitan la huída y en las franjas horarias de más actividad (atardecer y primeras horas de la mañana) se desplazan para comer caminando, mientras algún individuo permanece vigilando. Beben en las charcas y aprovechan el agua condensada por el rocío y a medio día se dedican a la higiene personal, cuidando su plumaje y tomando baños de arena.

Hay que decir que tantas cautelas frente a los riesgos están perfectamente justificadas ya que una pareja de perdices logra sacar adelante solo entre un 30% y 35% de la crías incubadas y nacidas durante el año. Siendo los principales artífices de este pequeño desastre los pequeños depredadores como lirones, ratones, culebras, lagartos y ya en fases más adultas las águilas, los zorros y otras rapaces de más envergadura como ratoneros, azores, etc.

Los factores que propician una mortalidad que oscila entre el 65 y el 60%, son achacables, con las reservas propias de este tipo de afirmaciones, a la caza en un 40% - incluyendo tanto la regulada como la furtiva -, a la climatología excesivamente rigurosa del invierno en un 10%, a los pesticidas en un 5% y a los depredadores en otro 10%.


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