Algunas de las tareas imprencindibles para la correcta gestión del comunal y de la aldea, tales como la limpieza de caminos yo la recogida de leñas, además de no ser nada o poco productivas y muy trabajosas, requerían de la colaboración colectiva del vecindario en cooperación.
En la comunidad campesina preindustrial, esos asuntos se solucionaban a través de la tradicional cultura cívica, democráctica y solidaria de los campesinos. Entonces se daban formas de cooperación que resolvían la realización de tareas que requerían la participación colectiva y regulada de los miembros de la comunidad a través de figuras todavía vigentes en muchas zonas rurales del país. Aunque algunas de ellas son pura escenografía jurídica otras, restauradas y actualizadas, pueden situarse en la vanguardia de la modernidad. De todas ellas las tres más representativas son la vecería, la andecha y la sestaferia.
La vecería.
Es una figura de ordenamiento vecinal para el aprovechamiento por turnos de un bien o un equipamiento - el agua de riego, un molino harinero, una fragua, el batán - o para el cumplimiento de una tarea compartida de guarda o custodia de los ganados de la comunidad - cabras, cerdos, vacas, etcétera - que son pastoreados en conjunto bajo la responsabilidad "por turno y vez" de un vecino pero que perternecen a cada una de las casas. La cooperación, y el reparto de los turnos de vecera, beneficia y obliga por igual a todos y cada uno de los miembros de la comunidad.
La andecha.
Es una ayuda recíproca, voluntaria y gratuita que se prestan los vecinos de la parroquia, el pueblo o la aldea para hacer frente a determinados trabajos que son acuciantes, resultan muy laboriosos o exceden las posibilidades de ejecución por una familia en solitario.
Para ello, la casa que lo precisa convoca, o "llama a la andecha", a las casas vecinas para que envíen, según sus posibilidades, a uno o más representantes . Es una figuro muy utilizada para la recogida de cosechas, lavantamiento de casas, cabañas, y en general, para trabajos que requieran muchas manos, que se ajusta al esquema de la reciprocacidad equilibrada - hoy por ti, mañana por mí - y que se inscribe dentro de los trabajos que el derecho laboral denomina amistosos, benévolos y de buena vecindad. La andecha solo funciona en un contexto, como era la comunidad campesina tradicional, de igualdad, equidad socioeconómica y propensa a utilizar la solidaridad y el apoyo mutuo.
También se recurre a la andecha vecinal como fórmula de solidaridad campesina para realizar tareas que son particularmente gravosas para las familias del pueblo que atraviesan circunstancias especiales como viudedad, enfermedad, etcétera.
La casa beneficiada de la andecha está obligada, en la medida de sus posibilidades, a devolver el favor a quienes la ayudaron, así como a ofrecerles comida y bebida tanto para agradecer el trabajo como para prestigiar la generosidad y buena disposición de la casa convocante.
Los beneficiarios de la andecha, en virtur del principio de reciprocidad aludido, quedan obligados a devolver el favor cuando se les requiera para ello. En caso de no hacerlo, no reciben sanción jurídica pero sí un reproche moral que implica su exclusión del circuito de la andecha.
La sestaferia.
Es un trabajo colectivo y obligatorio desarrollado por los vecinos para la reparación de caminos, fuentes, abrevaderos, monterías u otras obras y tareas de utilidad pública e interés vecinal. Es una figura de gran raigambre en los territorios de montaña, muy utilizada en la antigüedad. En la actualidad mantiene sus perfiles tradicionales y su vigor, con las variantes lógicas impuestas por el paso del tiempo. Incluso algunas entidades locales han llegado a recuperar su contenido regulando, junto a la prestación personal propiamente dicha, la prestación de nuevos servicios como el transporte.
La setaferia se aplicaa todas aquellas infraestructuras vecinales que resultan imprescindibles para la vida en el pueblo e incluye también algunos servicios puntuales que resultan igualmente importantes para la comunidad, aunque sean poco conocidos fuera de ella.
Andechas y sestaferias solían terminar con una fiesta, con comida, música, baile y bebida. Tras el trabajo, llegaba la diversión y el momento de relacionarse lúdicamente. Por tales motivos, ambas figuras, esenciales para optimizar el trabajo, servían también para reforzar y cohesionar los vínculos afectivos, sociales y solidarios entre los miembros de la comunidad.
En la comunidad campesina preindustrial, esos asuntos se solucionaban a través de la tradicional cultura cívica, democráctica y solidaria de los campesinos. Entonces se daban formas de cooperación que resolvían la realización de tareas que requerían la participación colectiva y regulada de los miembros de la comunidad a través de figuras todavía vigentes en muchas zonas rurales del país. Aunque algunas de ellas son pura escenografía jurídica otras, restauradas y actualizadas, pueden situarse en la vanguardia de la modernidad. De todas ellas las tres más representativas son la vecería, la andecha y la sestaferia.
La vecería.
Es una figura de ordenamiento vecinal para el aprovechamiento por turnos de un bien o un equipamiento - el agua de riego, un molino harinero, una fragua, el batán - o para el cumplimiento de una tarea compartida de guarda o custodia de los ganados de la comunidad - cabras, cerdos, vacas, etcétera - que son pastoreados en conjunto bajo la responsabilidad "por turno y vez" de un vecino pero que perternecen a cada una de las casas. La cooperación, y el reparto de los turnos de vecera, beneficia y obliga por igual a todos y cada uno de los miembros de la comunidad.
La andecha.
Es una ayuda recíproca, voluntaria y gratuita que se prestan los vecinos de la parroquia, el pueblo o la aldea para hacer frente a determinados trabajos que son acuciantes, resultan muy laboriosos o exceden las posibilidades de ejecución por una familia en solitario.
Para ello, la casa que lo precisa convoca, o "llama a la andecha", a las casas vecinas para que envíen, según sus posibilidades, a uno o más representantes . Es una figuro muy utilizada para la recogida de cosechas, lavantamiento de casas, cabañas, y en general, para trabajos que requieran muchas manos, que se ajusta al esquema de la reciprocacidad equilibrada - hoy por ti, mañana por mí - y que se inscribe dentro de los trabajos que el derecho laboral denomina amistosos, benévolos y de buena vecindad. La andecha solo funciona en un contexto, como era la comunidad campesina tradicional, de igualdad, equidad socioeconómica y propensa a utilizar la solidaridad y el apoyo mutuo.
También se recurre a la andecha vecinal como fórmula de solidaridad campesina para realizar tareas que son particularmente gravosas para las familias del pueblo que atraviesan circunstancias especiales como viudedad, enfermedad, etcétera.
La casa beneficiada de la andecha está obligada, en la medida de sus posibilidades, a devolver el favor a quienes la ayudaron, así como a ofrecerles comida y bebida tanto para agradecer el trabajo como para prestigiar la generosidad y buena disposición de la casa convocante.
Los beneficiarios de la andecha, en virtur del principio de reciprocidad aludido, quedan obligados a devolver el favor cuando se les requiera para ello. En caso de no hacerlo, no reciben sanción jurídica pero sí un reproche moral que implica su exclusión del circuito de la andecha.
La sestaferia.
Es un trabajo colectivo y obligatorio desarrollado por los vecinos para la reparación de caminos, fuentes, abrevaderos, monterías u otras obras y tareas de utilidad pública e interés vecinal. Es una figura de gran raigambre en los territorios de montaña, muy utilizada en la antigüedad. En la actualidad mantiene sus perfiles tradicionales y su vigor, con las variantes lógicas impuestas por el paso del tiempo. Incluso algunas entidades locales han llegado a recuperar su contenido regulando, junto a la prestación personal propiamente dicha, la prestación de nuevos servicios como el transporte.
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Fragmento del libro "La casa de mi padre", de Antonio Izquierdo Vallina
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El tío Julián siempre de supervisor! Esperemos poder reanudar nuestras hacenderas.
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