El cuerpo principal del carro de varas estaba formado por una plataforma sujeta al eje y con piso de tablones desmontables. Los laterales, varales, de barrotes de madera salvo las cuatro de las esquinas que eran de hierro, se recubrían generalmente con estera de esparto e iban unidos en la parte trasera con un travesaño reforzado con una tira de hierro, la puente, para quitar o poner. Debajo, otra plataforma, de quita y pon, la bolsa, aumentaba la capacidad del carro e iba colgada de unas sogas o cadenas.
Las ruedas, de madera con aros o llantas de hierro, giraban en el eje sin ningún tipo de rodamiento, por lo que era necesario untar muy frecuentemente esa zona, el cubo, con sebo.
Otras partes o piezas importantes de carro eran los mozos, para que el carro se sujetara horizontalmente cuando se desuncía la mula, y los frenos de zapata, también de madera, pero forrados en la parte de fricción con goma.
Para que las mulas pudieran ejercer toda su fuerza para tirar de los carros se necesitaba de una serie de arreos, y cada uno cumplía su función. El cabezal y los ramales, para la conducción. Los tiros, que se enganchaban a las varas del carro, el horcate y la collera, con la entremantilla por debajo, para el arrastre. Los sejadores, enganchados igualmente a las varas, y la retranca, para que las mulas pudieran dar marcha atrás al carro (sejar). Y la silla, que se fijaba a la mula con la cincha, la zufra, que soportaba las varas, y la barriguera, que evitaba que el carro aculase, para la sujeción.
El material fundamental de los arreos era el cuero, y para que no se agrietaran había que engrasarlos con frecuencia. Unos eran sencillos, para las faenas diarias, y otros profusamente adornados con tachuelas y clavos dorados, formando primorosas filigranas, para fiestas y romerías. Eran los guarnicioneros los artesanos que se dedicaban a fabricarlos y repararlos.
Este aparejo típico para carro de trabajo en Castilla, el carro de varas, también se denominaba de lanza, viga, o pértiga, era tirado por mulas, cuando eran dos, denominadas yunta, compuesto por un par de mulas o mulos, también llamados machos, que se arreaban con un yugo individual o yuguillo. Se podía traccionar también con vacas, bueyes o caballos.
La lanza es el tirante de madera cilíndrico unida por el extremo mas grueso al eje de las ruedas delanteras que servía para aparejar de ella a las caballerías y darle juego al movimiento al carro. La lanza estaba apoyada en el propio carro. Las borriquillas era la parte móvil de los carros de lanza donde se enganchaban los tiros de las caballerias. En el caso de un carro tirado por un solo animal, tenia dos varas entres las que se aparejaba la bestia.
Las ruedas del carro se cubrían con la llantas, un cerco metálico exterior y tenían una lavija, una uña de hierro que se ponía en el pasador del eje para evitar que la rueda se saliese del mismo, posibilitando el desmonte de las mismas.
El yugo para aparejar en yunta es enterizo para dos animales, un apero normalmente de madera, al que se unce la yunta de mulas. Va sujeto a la lanza por medio del ensuyo. Ensuyar era atar el yugo a la viga del carro con una larga correa de cuero, pasándola del yugo por debajo de la viga y valiéndose del matagüey, una estaquita de unos 15 centímetros que asoma por debajo de la viga, haciendo tope con el galápago o zoquete. En caso de vacas o bueyes se ataba al testuz mediante la correa llamada coyunda. El arco o curvatura que se forma a cada lado del yugo para acoplarse al animal se llamaba camella.
Los arreos o aparejos que llevan las mulas aparte de la collera y la cabezada, se llaman guarniciones. La collera es el aparejo de cuero como un rollo fijo relleno de paja o esparto que se ponía sobre el cuello de las caballerías para que no les hiciera daño el horcate. Unido al horcate se engancha al carro para tirar de los mismos. El horcate es el aparejo de madera en forma de herradura más cerrada que se ponía a las caballerías por encima de las colleras y al cual se sujetaban los tiros. La cabezada o cabezón es el aparejo o guarnición de cuero que se ponían sobre las cabezas de las caballerías y a los que se unían los ramales o ramaleras u otros elementos según la labor que fuera a realizarse con ellos. Cada equino se aparejaba con una retranca, una correa ancha de las guarniciones que servía para que el animal frenase el carro o le hiciese retroceder, o al menos ayudaba a esa acción sin lastimarse. La barriguera era una correa ancha de cuero que se ponía a las caballerias de tiro en la barriga y que sujeta a las varas del carro evitaba que el mismo pudiera volcarse hacia atrás.
A los lados de los ojos llevan un suplemento de cuero ancho, denominados orejeras o también antiojeras, para que solo vean de frente y si sucede algo raro por los lados no de espanten. Solían llevar mosquerom un conjunto de correillas que se ponían en las cabezadas de las caballerías, con las cuales al moverse ahuyentaban a las moscas o tábanos.
Había variantes con el de varas. El carrete o carrillo eran más pequeños y tirados por una mulilla o un borrico. El carro cuba era uno de estos carros pequeños, adaptados para llevar un gran tonel con agua y un grifo para distribuir a las casas. Otro era el cambrión, empleado en las bodegas para el transporte de toneles, que llevaba una especie de torno con manivela y cadenas para poder subirlos y bajarlos. El carro entalamado, que muchos confundían con la tartana, estaba preparado para el transporte de personas e iba cubierto con una lona sobre cañizos, todo sujeto a los varales mediante unos arquillos de madera. La verdadera tartana, que se utilizaba para dar un paseo al campo o para asistir a fiestas y romerías, era más lujosa, con asientos enfrentados en los laterales, paredes acolchadas, puerta de entrada con estribo en la parte trasera y ballestas en las ruedas. Otra variante del carruaje con dos varas y también de paseo, en este caso de lujo, un coche de señoritos, era el tílburi, tirado por una yegua o caballo, con asiento de dos plazas, capota plegable y muy buenas ballestas.
Los carruajes más prestigiosos de la labranza eran las galeras Tenían cuatro ruedas, dos en el eje trasero y otras dos más pequeñas en el delantero, que podía girar y del que salía la lanza que dirigía la marcha. Un par de mulas, con los tiros enganchados a los balancines. En ellas se cargaba lo más voluminoso y pesado, y con el meriñaque puesto (suplemento con palos que se colocaba sobre los varales) se aumentaba la capacidad.
De la construcción y mantenimiento de carros y galeras se encargaban los carreteros o carreros en talleres llamados carreterías. Todas las piezas debían ir ensambladas al milímetro y se requería mucha habilidad y práctica, pero las ruedas eran el alma del carro y su elaboración tenía que ser más minuciosa. Una de las operaciones más precisa era la de echar aros, que consistía en calentarlos en una gran hoguera y, cuando se consideraba que habían dilatado convenientemente, rápidamente los trasladaban a las ruedas, de manera que las circundaran, e inmediatamente los enfriaban con abundante agua, al mismo tiempo que los ajustaban.
Cuando el campo comenzó a mecanizarse se evolucionó hacia el remolque con ruedas inflables de caucho, una exigencia y una obligación para circular por calles, carreteras y caminos asfaltados. En una etapa intermedia hubo que adaptarse: primero la llanta de goma y luego ruedas inflables en el propio carro. Las mulas pervivieron hasta que se extendió el uso de tractores y maquinaria con motores de combustión.
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Bienvenidos a la luz gris de un frío y amargo amanecer.
ResponderEliminarBienvenidos al futuro.
Vamos a volver a la normalidad, entendiendo por "normalidad" el tipo de mundo en el que la mayoría de la gente se gana la vida trabajando con sus manos, en el que las necesidades básicas de la vida cuestan la mayor parte de lo que se puede esperar ganar, y en el que el tipo de estilo de vida actualmente disponible para las clases medias no está disponible de forma fiable ni siquiera para los muy ricos.
Ir sacando los carros guardados en los antiguos pajares.