Rueda de carro de Cantalejo |
(Extracto de un estudio de Eutiquio Cabrerizo de Fuenteargemil, en la provincia de Soria)
En las sociedades agrícolas, un animal es un instrumento de trabajo. Como a tal se le utiliza y se le aprecia. Vive en la misma casa que el hombre, en una habitación más, la cuadra. En nuestro pueblo, situada en la parte baja de la casa, albergaba machos, burros, vacas, cerdos y gallinas. Cada uno en su zona respectiva. Los olores, de los que muchos hoy denostarían como algo inhumano, formaban parte de la vida diaria. En invierno, incluso el calor de tanto ser se extendía a las salas altas del edificio. Dos grandes grupos de ganado había, en función de la edad y de sus condiciones para el trabajo: el ganado cerril, el joven, y el ganado domado, el preparado ya por el hombre para las tareas. En los ovinos, está el ganado horro, todo el que durante un año no pare: ovejas exentas, machorras, carneros y corderas jóvenes.
Por una parte, el ganado del trabajo, vacas, burros y machos; por otra, la ganadería, que proporciona ingresos, ovejas, cabras y vacas. El nombre de caballería se refiere a cualquier animal équido doméstico de carga y trabajo.
No sólo vivían en sus lugares, cuadras, sino que también tenían sus propios platos, pesebres. De los animales, de todos, se aprovechaba hasta sus basuras, que, de vez en cuando, eran sacadas al campo y amontonadas en lugares apropiados, los muladares. Y bebían en lugares expresamente acondicionados para ellos, las pozas, situadas en los arrabales del pueblo, camino de la Iglesia. El potro era un artefacto de madera para sujetarlos cuando se resistían a ser herrados o curados de algún problema en patas u otras zonas del cuerpo. El de Las Cuevas, desgraciadamente, desapareció. Animales y personas tenían una relación mutua casi familiar, y al grito de ¡Arre!, ¡Sooo! o ¡Ría, huesque!, aquéllos reaccionaban.
Ovejas/ cabras
En porciones de ganado, se distingue el rebaño, quinientas ovejas o más; la piara, de cuarenta a cien; el atajo, más pequeño que la piara; el hato, más pequeño que el atajo y la punta, un grupo de ovejas que destaca del rebaño.
La clasificación por edad es muy precisa: cordera, menos de un año; borrega, menor de dos años; borra, dos años; primala, entre dos y tres; andosca, tres años; reandosca, trasandosca, algo más de cuatro; igualada, que ha echado los últimos dientes; vieja. Carnero, ganado macho, para carne. Mureco, semental.
También la denominación por rasgos: mocho, sin cuernos; machorra, oveja estéril; artuña, aquella oveja a la que se le muere el cordero y se le va la leche; ciclán, cordero que nace sin testículos; berrón, el que sólo tiene uno; morionda, oveja en celo; rebisca, oveja con pintas negras en la cara; comalía, muy delgada y enferma.
En cuanto a los lugares de refugio, encontramos la tenada o majada, edificación donde se guardan las ovejas; el chozo, construcción para guarecerse los pastores o el vaquero y el choril, pequeño espacio hecho con una talanquera, en el que se mete la oveja para que acepte un cordero que no es el suyo.
Pero las ovejas también se ahítan, se empachan por comer rápidamente grano, por lo que dan pequeños saltos por el dolor; carean, comen con tranquilidad por el campo; se azagan, se quedan algunas solas detrás del rebaño; se amorran, en las horas de gran sol de verano, se juntan unas a otras y permanecen quietas en el campo con la cabeza gacha, para evitar así el calor; despuntan, comen cualquier mies; aturtan, embisten, igual que el murueco; se amurecen, se ponen en celo; son cogidas o tomadas, cubiertas por el murueco; se las ahija, se les lleva el cordero, para que mame; se las empega, se las señala con pez o se espurrian, se van de diarrea.
Y con las ovejas, desde tiempo inmemorial, el pastor; siempre con su garrota o garrote, zurrón y colodra, cuerno que llevaban para el agua los pastores y labradores. Cuando segaban hierba con el dalle, lo llevaban colgado en el cinto para mojar la piedra de afilar.
Pero hay más: la raidera/reidera, es la secundina, esto es, placenta y sus membranas; el salegar, lugar de piedras planas donde se les da sal; la talanquera, armazón de tablas que tapa la parte inferior de una puerta; la canal, donde se les da la comida; las cagarrutas, excremento rico como abono, igual que el sirle/ sigle/ jigle, que es toda la basura sacada de la tenada. Y el esquileo, ¡que día de gran fiesta, aquél en el que se esquila el ganado! Con sus vellones, piezas enteras de la lana una vez esquilada y recogida. La borra, los peores trozos de la lana; con ellos se hacían antes los colchones. La mugre, grasa de esa lana. Después, marcar las ovejas con el aparato llamado empegue, que era la primera letra del nombre del propietario, metido en la pez muy calentada. La pellenca, piel de cordero. O la enfermedad ovina, llamada aquí malilla. Y la babatela, esa gran bolsa que sale en el cuello a las ovejas o vacas enfermas.
Usábase en estas tierras la cabra como compañera vigilante de la oveja en los rebaños. De todas formas, había un buen hato también de estos animales, con su cabrero y todo. Ajustado éste por un tanto, cada vecino echaba las suyas al grupo. Todas salían a pelar y esmochar zarzas y otros arbustos. Siempre vigiladas por el bote, macho cabrío. La cabra en celo, embotecida o botionda, era la esperanza de tener pronto un chivillo, que, convertido en chivo, estaba listo para venderse como animal de carne.
Vacas
Las vacas y bueyes fueron siempre el instrumento básico del trabajo. La llegada del mulo es reciente. Aquéllas daban fuerza, éstos añadían rapidez. Si hemos de dar crédito a los datos de amillaramientos de la segunda mitad del siglo pasado, los machos, como fuerza de trabajo, llegaron a nuestro pueblo a finales del siglo XIX. La vaca, no sólo se usaba para labrar, también proporcionaba ingresos económicos con sus crías, los chotos, hijos jóvenes, sobraños, choto de un año o ternascos, crías de más de un año. Todo se aprovechaba de estos animales, incluso las moñigas, boñigas, sus excrementos, que eran rematados cada año y se iban a buscar a la dehesa de Valdepeñas y sextiles para utilizarlos como abono. Todo estaba muy organizado: en el toril se encerraba el toro semental; había uno para todo el pueblo y era de propiedad municipal; como ir de adra, el turno de cada propietario para arrear vacas a la dehesa, donde las guardaba el vaquero, protegido con su buena porra o cayado. Y, ¡quién no recuerda los calostros!, primera leche de un animal que acaba de parir, tan dulce y apreciada. O su amurcar, embestir a alguien una vaca o toro. Todos sabían lo que significaba entorecer, ponerse en celo; o estar torionda, vaca en celo.
Tanto en ovejas, murecos, como en cabras y vacas, e incluso en los burros de los molineros, nunca faltaban, ni faltan, los buenos instrumentos musicales colgados en sus pescuezos. Anuncian dónde se está y alegran el campo con su sonido: Cencerros, changarros, esquilas, zumbos, campanillas. En ellos, no debe faltar un buen badajo.
Equidos
Burros, machos o mulas, de todo había hasta hace veinte años. Con sus boches, crías de la burra; pollinos, crías de burra, de más de un año. Como yeguatos, machos de yegua o romos, burdéganos, machos de burra. Sus patones, cascos de caballería. ¡Tantas mataduras!, esas heridas producidas por los aparejos. Las paradas, lugares donde se llevaba a cubrir la burra. ¡Cómo respingaban por el campo!, como síntoma de bienestar. Otras veces, se arrengaban, derrengaban, se caían de las patas de atrás. Las calles llenas de moñigos, sus excrementos, utilizados como abono y otras cosas. Muino, mohíno, macho o burro con el morro totalmente negro.
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